Se trata de una fuente
de energía primaria cuyo desarrollo ha sido paralelo al de los combustibles
fósiles. Su aprovechamiento moderno se basa en la producción de energía eléctrica a partir de la construcción de
embalses o pantanos. Del orden del 20% de la energía eléctrica consumida en
el mundo es de origen hidráulico, si
bien para la adecuada valoración de este dato hay que añadir que la repercusión
como energía final de la energía eléctrica, en el contexto del consumo total,
se queda en valores algo inferiores al 5%.
Aunque es evidente que el potencial energético que se puede
derivar de la energía hidráulica depende de la hidrología de los países y de la orografía de las cuencas y, además, está sujeto a incertidumbres de
manera que el carácter renovable va a depender de las precipitaciones que no son susceptibles de garantía, se puede
estimar que la explotación de todas las posibilidades de la energía hidráulica permitiría atender el
15% del total de la demanda energética del mundo. No obstante la realidad
es que el aprovechamiento promedio de esta energía, en la actualidad, no alcanza
el 20% de las posibilidades reales, aunque existen casos puntuales en que
se alcanzan valores muy superiores a este valor medio, como España que
aprovecha el 50% de sus reservas, e Islandia y Lituania con un aprovechamiento
mucho más alto y una dependencia poco menos que exclusiva de la energía hidráulica.
Se trata de una energía
potencial gravitatoria, que en otros tiempos se aprovechó para
transformarla en energía mecánica para mover los molinos de agua y que en la
actualidad elevándola adecuadamente mediante los embalses y conduciéndola después
a través de las turbinas permite una transformación
directa en energía eléctrica.
Por sí misma es una energía
limpia, no contaminante y renovable en los términos que antes se
han descrito. Desde el punto de vista ambiental considerando todas las
consecuencias de su empleo, la construcción de los embalses tiene un buen número
de repercusiones ambientales, empezando
por el impacto paisajístico,
siguiendo por las repercusiones sobre ecosistemas, inundación de espacios,
interrupción del curso de los ríos, modificación de caudales, de la temperatura
y del grado de oxigenación del agua, afectación de especies animales y
vegetales y, lo que puede ser más grave, impactos
sobre el hombre que en ocasiones se ha visto desplazado de sus tierras de
labor y hasta de los pueblos en que habita como consecuencia de las
inundaciones provocadas. También se pueden encontrar algunas repercusiones
positivas para estas instalaciones que, ocasionalmente, han dado lugar a
ecosistemas nuevos a los que han acudido e incluso en los que han llegado a
permanecer determinadas especies de aves migratorias en cantidades muy
importantes, así mismo los lagos originados por las presas, en ocasiones muy
extensos, han permitido ser utilizados como zonas de recreo para el hombre y
hasta como zonas con ciertos atractivos turísticos.
Como última cuestión en torno a la energía hidraúlica mencionar
el alto coste de construcción de las
instalaciones a las que se ha estado haciendo referencia que se ve compensado
por el bajo coste de funcionamiento y la larga duración, hasta más de 200 años,
solo limitada por la acumulación de los sedimentos arrastrados por el río.
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