Las transformaciones que se pueden producir en los átomos con procesos de fisión y, en su caso, de fusión para dar lugar a la formación de
otros átomos, se produce con intercambio de enormes cantidades de energía que se deberá considerar como
primaria, y que se pueden aprovechar para su transformación en energía eléctrica.
El inicio del uso de la fisión nuclear como fuente de energía
debe situarse en la mitad del siglo XX,
concretamente en el año 1958 cuando se instala, en Inglaterra, la primera
central nuclear comercial para la producción de energía eléctrica.
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Central nuclear francesa |
El desarrollo fue tan rápido que en el año 1990 ya eran 420
los reactores que funcionaban en el mundo con esta misma finalidad. No obstante
las circunstancias que rodean a este tipo de producción de energía y las
moratorias y prohibiciones de los últimos años han disminuido la velocidad de
implantación, de manera que el aumento durante los últimos años ha sido mucho
menor, llegando al año 2003 con 440 instalaciones nucleares en funcionamiento y
alguna más en construcción. Las instalaciones existentes en 1993 producían más
de dos billones de kWh y, ya entonces, las previsiones apuntaban que para el
año 2015 el aumento de producción no sería importante. La contribución actual
de la producción de energía eléctrica de origen nuclear al consumo total de energía en el mundo es algo mayor del
15%.
Este tipo de energía ha alcanzado este relativamente alto
grado de implantación solo en países desarrollados que, en conjunto, reunen del
orden del 90% del total de las instalaciones.
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Uranio |
La energía nuclear de
fisión procede de la ruptura provocada mediante bombardeo con neutrones del
átomo de uranio 235 (U 235). Se trata
de un elemento poco abundante en la naturaleza en la que se encuentra en
proporciones de 1: 130 junto al U 238. Para su uso es preciso someter el
mineral y el propio uranio a complicados procesos incluidos procesos de
enriquecimiento hasta alcanzar concentraciones superiores al 3%. Las zonas del
mundo en las que se encuentran las mayores reservas
de U son África, Norteamérica y Australia, en este orden, entre las que acumulan casi el 85% de dichas reservas mundiales. No obstante, teniendo en cuenta que con muy poca materia prima se producen
enormes cantidades de energía no parece que las reservas de U 235
representen un problema especial con esta energía.
Junto a esta consideración, la energía nuclear presenta como
ventajas considerables la no producción
de CO2, el disponer la tecnología suficiente desarrollada y el resultar
barata a pesar del alto coste de las instalaciones. Los mayores problemas
vinculados se derivan de la generación de
residuos radiactivos de alta intensidad y de la falta de alternativas
válidas o de tecnologías adecuadas para su gestión. Evidentemente junto a esta
desventaja, y directamente vinculado a ella está el problema de la radiación cuyos terribles efectos quedaron
de manifiesto tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y
Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial, y la posibilidad, poco probable, de
que se produzca algún accidente que libere cantidades importantes de radiación.
ENERGÍA
NUCLEAR
Aunque no todos los países, la mayoría ha optado
por no instalar o no aumentar la instalación de centrales nucleares.
+Producción no contaminante y no emite CO2.
+Tecnología perfectamente desarrollada.
+Con poca materia prima produce mucha energía.
+Energía barata y grandes reservas de uranio.
-Instalaciones caras.
-Residuos peligrosos y de larga duración.
-Peligro de accidentes muy graves.
Algunos países tienen un considerable grado de
dependencia.
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Central nuclear de Fukushima |
A lo largo de la historia de las centrales nucleares se han
producido tres accidentes que pudieran tener consecuencias de escape de radiación
nuclear. En el caso de Tree Mile Island
(1979) las adecuadas condiciones de seguridad impidieron, a pesar de algunos
errores cometidos, que el accidente tuviera repercusión alguna hacia el exterior.
El accidente de Chernobil (1986) con
un reactor muy inestable a baja potencia (tipo de reactor muy poco usado aunque
hay alguno instalado en Inglaterra), sin edificio protector, con un cúmulo de
circunstancias imputables en diversa medida a errores técnicos y equivocadas
decisiones políticas y una tremenda irresponsabilidad
al no informar a los países vecinos de los acontecimientos que se estaban
produciendo, tuvo las consecuencias ya conocidas de muertos y afectados (más de
350.000) y las que se derivarán de la larga permanencia de la radiación en buena parte de las zonas
cercanas al accidente. Y el más reciente, el accidente de la central nuclear de
Fukushima en 2011, provocado por un
tsunami en la costa nororiental de Japón que destrozó dicha central fundiendo
los reactores y generando fugas radiactivas. A día de hoy, los técnicos siguen
trabajando en la contención de fugas de agua radiactivas. El terremoto y el
tsunami mataron a 15.884 personas y 2.636 continúan desparecidas. Unas 267.000 personas siguen evacuadas, de las cuales muchas de
ellas posiblemente nunca puedan regresar a sus hogares. Aunque nadie murió
directamente como consecuencia del accidente nuclear, más de 1600 vecinos de la
zona han fallecido de stress y otras enfermedades relacionadas con la
catástrofe.
La gestión que en la actualidad se está dando a los residuos radiactivos se limita a
encontrar las mejores condiciones posibles para su almacenamiento, evitando el
escape de radiaciones. Los procedimientos
utilizados están mostrando ser eficaces pero la verdadera esperanza está
puesta en recuperar la parte útil de
estos residuos para su reutilización, separándolos de las
partes no activas que podrían ser gestionadas de formas más sencillas.
No obstante la solución
del problema de la energía podría venir desde la energía nuclear, si se llega a conseguir superar los problemas
tecnológicos que hasta ahora no han permitido aplicar la fusión nuclear como
una fuente de energía alternativa. La
fusión fría anunciada a bombo y platillo hace unos 30 años fue un pufo, solo la
fusión convencional parece presentar
ciertas perspectivas a largo plazo. El proceso consistiría en conseguir las
condiciones que permitieran la unión de dos núcleos de H, cargados
positivamente, para dar lugar a un átomo de He. Este fenómeno que se produce continuamente en el Sol a temperaturas de varios millones de grados, genera la liberación de grandes cantidades de energía
y, en principio, no parece tener ninguno de los problemas asociados a la
fisión. Por otra parte sería una fuente no productora de CO2 y los recursos disponibles, H2, serían
prácticamente ilimitados.